jueves, 10 de julio de 2008
El arte de barrer XIV
Me invitaron una vez a barrer el desierto.
¿Puedes imaginartelo?
Y cuando por fin conseguí amontonar un poco de arena, de repente vi que ante mí se extendian las dunas a millares.
Luego, sin anunciarse, comenzó a soplar el viento. Nubes de arena, granitos sutiles que perforan los huecos mas increibles. Casi no puedes respirar. No puedes abrir los ojos. Pero oir, si: un aullido ronco y mantenido de manera constante.
No seas de los barrenderos aulladores, por favor. Si acaso, suspira un poco. Te lo agradeceran todos los granitos del mundo.
Al terminar el barrido, solo queda el silencio. Y la pureza. Y la tranquilidad.
¿Será tu barrido mejor que el mio? ¿Por qué no se lo preguntamos al polvo? Mira, creo que la respuesta seria mas o menos esta: soy vuestro, y vosotros sois mios.
Hay quien dice que las palabras humanas también son polvo.
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