Esta atención va dirigida primero a los grandes objeto, incluso a los mas inmensos, de los cuales sólo hay dos: el firmamento y la tierra. O si se prefiere, la tierra y el firmamento. Es cuestión de preferencia sensorial, simplemente. La contemplación de estas dos enormes esferas es asunto de individuos escogidos. Para los que somos mas sencillos, basta con contemplar objetos pequeñísimos. Pero es imprescindible prestar atención, es decir darse cuenta de la individualidad de cada granito de arena, de cada gotita de agua, de cada trino de pajaro, de cada rumor de arrollo, de cada rugosidad de tronco, de cada perfume de flor, de cada amargura de raíz... Y, claro está, de cada mirada clara de una niña, de cada lagrima de un padre, de cada sonrisa de una abuela... y del rugido de las multitudes, de la sangre salpicada de las victimas, de la caricia del sol poniente sobre el cabello de la persona amada.
Es importante aprender el vaivén. No se puede barrer sin ir y volver, ir y volver, siempre adptando tu instrumento a la posición mas baja que puedas alcanzar. Y hay que tener cuidado: al ir, no lo hagas con demasiado impulso, pues esparces la suciedad. Con todo cuidado, con toda suavidad, echa para atrás tu escoba y parate un momentito, antes de lanzarte a dar el golpe "maestro".
Es importante aprender el vaivén. No se puede barrer sin ir y volver, ir y volver, siempre adptando tu instrumento a la posición mas baja que puedas alcanzar. Y hay que tener cuidado: al ir, no lo hagas con demasiado impulso, pues esparces la suciedad. Con todo cuidado, con toda suavidad, echa para atrás tu escoba y parate un momentito, antes de lanzarte a dar el golpe "maestro".
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