domingo, 25 de mayo de 2008

El arte de barrer XI


Pero hay noches claras, iluminadas por la luna. Y en esas noches, el barrer vale más por el suavisimo ruidito de la fricción de la escoba que por la limpieza. Estamos acariciando la piel de la madre tierra, en una ceremonia inmemorial. Y si nos ponemos a canturrear por lo bajo, mejor que mejor.

Hay también barridos de alborada. Las briznas que levantas entonces pierden su aspecto mortecino y brillan como chispas. ¿Hay tanta diferencia entre las cenizas y las ascuas? No hay cenizas sin ascuas, y las ascuas no pueden pretender a la existencia sin que luego dejen las cenizas. Calor y frio.

¿Y qué tal si tuvieramos que barrer aunque no quisiéramos? ¿Pasarías el dedo enguantado de blanco, para verificar la eterna porquería irremediable e irredimible?

Hay polvo que casí grita: ¡Bárreme! ¡Bárreme! ¿no lo estás oyendo? su vocecita llega hasta el rincón mas lejano de tu corazón. ¿O es que no lo tienes?

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